Con mi trabajo intento evidenciar una insatisfacción con el presente cuestionando o poniendo de manifiesto ciertos elementos ausentes en nuestro tiempo. Para ello establezco una conexión, no nostálgica, sino de interés, por aspectos específicos del pasado, con el objetivo de mostrar una visión del mundo más amplia, compleja y diversa.
Para ello me valgo de la anulación de la frontera entre realidad y ficción y el rechazo de la división del lenguaje fotográfico en distintos géneros. No busco informar o describir, sino transformar, comunicar un estado de ánimo desde el que ampliar los límites de nuestro particular universo. Soy a la vez observador y creador de un mundo entre real e imaginario en el que no está claro qué es lo que encuentro espontáneamente ante mi cámara y qué es lo preparado o escenificado. Es decir, no asumo el papel del observador objetivo, sino que involucro a los protagonistas de mis proyectos en el desarrollo de una narración.
Creo que como mejor nos llegan las ideas y conceptos es a través de historias, por lo tanto en mi obra no me veo obligado a describir o documentar, hay una subjetivación de la mirada que remite a lo que pienso y a lo que quiero contar. Por lo tanto no intento captar la imagen de una persona, lugar o momento mostrándolo como “esto es la realidad”, no me considero un documentalista. Por supuesto que en mis fotografías aparecen lugares y personas, pero si los documentan, es solo un efecto secundario. Son en esencia imágenes narrativas, no documentales o descriptivas, que toman elementos de distintos lenguajes fotográficos (moda, calle, documental, retrato…) y que por lo tanto se sitúan entre distintas categorías, sin encajar perfectamente en ninguna.
Mis proyectos pueden llegar a durar años, con un contacto estrecho y constante con el objeto retratado. Esto me permite fotografiar muy de cerca, directa e íntimamente, negando a la audiencia la segura distancia del espectador. Utilizo el blanco y negro, porque la ausencia de la información que aporta el color me ayuda a concretar el mensaje.
Los protagonistas de mis fotografías no monopolizan la imagen con su mirada, evitando así un reconocimiento directo. Se trata de una invitación a la audiencia para que encuentre su propia interpretación de la obra. Intento así que mi trabajo tenga varias lecturas, que el espectador tenga que detenerse en una imagen, estableciendo un diálogo y una complicidad. Mi objetivo es sugerir más que de descubrir, y generar así imágenes abiertas.
El blanco y negro limita la información y cuanto más limitadas las cosas, más notorias son. Al tiempo que esa inconcreción del blanco y negro me ayuda a borrar la línea del tiempo y establecer esas conexiones con el pasado.
Me alejo así de los convencionalismos del fotoperiodismo y también de las redes sociales. Las imágenes resultantes invitan a la contemplación, de modo que podemos abandonarnos al fluir de las ideas que nos suscitan. Es un proceso opuesto al continuo flujo de imágenes al que nos sometemos actualmente, en el que cada nueva imagen aborta la posibilidad de sumergirnos y adentrarnos en la que estábamos viendo anteriormente, y sustituye los pensamientos que hubiera podido provocar.